De todos los instantes
admiro el de la muerte,
recordar un momento
todos los que viví y viviste:
¡poderte decir Padre de nuevo
y por vez primera,
revivir la fortaleza del músculo indomable
y la bondad de tu sonrisa
que seguía siendo inteligente
aun al transformarse en risa y carcajada!
El postrer beso resucitará a la memoria:
al ágil agitarse de tu cuerpo
en el duro bregar contra-corriente,
entre las ondas del río,
a veces tierno otras enardecido. Porque:
¡con enseñarme los secretos de la mar
y mostrarme las estelas de los barcos,
fuiste huella que sigue siendo huella
aunque toneladas de agua
la arranquen del océano!
No te olvido:
joven, maduro y casi viejo
permaneces y permanecerás
en aquella virtud que hiciste camino.
En él resucitarás
y por tu dulce faz recorrerán
nietos, bisnietos y discípulos;
también, acaso, por la ira estallando pura
al no soportar al mundo sus miserias
¿Qué lecciones da a la vida fugaz
la eterna tristeza de la muerte?
Pasar, destino es de la corriente,
nunca el ser cambia al cauce.
¿Logos que conduce todas las gotas
y las noches mil veces maltratadas
por ingenuas e inocentes canalladas
al inmenso depósito de los mejores días:
di cual será el acertijo del frío,
cuándo transpongamos el dintel
en la desembocadura del río?
¿Cuál será la respuesta
para quien cosecha la cizaña
y aquel que separa tu trigo?
¡No esperaré a ver como resucita la carne
para recitar la lección de quien atendió al enfermo!
Esa es también la antorcha
que quema mi lepra
y alumbra el destino:
la brújula que guiará expediciones
por bibliotecas, laboratorios y archivos;
descifrando los signos del bien.
Aprendí que redimirme es redimir,
Curar: aprender y enseñar.
Diálogo con Dios es el vivir,
comenzar aquí la eternidad.
¡He recibido la misión
y a ella me empuja tu temple!;
soy el proyectil que disparaste
en la alegría del ocaso!;
¡soy la saeta cuya curva
terminará en el no-poder de los poderosos!
Enterrado, quedaste, en Utopía;
ahí ya duerme el espíritu
del mejor de los ciudadanos;
allí nunca hicieron estatuas a los malvados.
Sobre sus murallas estoy yo, ahora,
convertido en centinela y, nuevamente,
me elevo atisbando horizontes lejanos:
esperando ver nuevos SERES,
ese, Tu regreso;
Manteniendo cerradas las puertas de la villa
Para corazones que no sean sencillos.